El Rincón

[riazoj]

Mi método.
Tenía unas amigas. Me enamoré de una, pero la que yo quería estaba con otro. Me hundí. Después de la tristeza profunda, me llenó la rabia. Usé esa rabia para dejar de fumar, porque ella fumaba. Lo dejé.
Dos años después, ella rompió con ese tío. Salimos juntos. Duré un mes con ella y volví a fumar.
La siguiente vez, dos años más tarde, pensé: «Si lo dejé una vez, puedo hacerlo otra vez». Leí una guía buenísima para dejar de fumar. Me marcó mucho una frase: «Seguro que has hecho cosas más difíciles en la vida que dejar de fumar». Me estudié a fondo el mecanismo de la adicción a los estimulantes. Aprendí que una neurona libera sustancias tipo nicotina cada 7 segundos. Si aguantas contando hasta siete, el mono va desapareciendo. Aprendí que los hábitos tardan 21 días en instalarse (o desinstalarse). Aprendí que el alcohol te hace perder el control de los impulsos. Aprendí que, después de dejar el tabaco físicamente, viene la fase más jodida: dejar de fumar en sociedad. Y aprendí a sentirme seguro entre gente sin necesitar el cigarro (esa era mi razón principal para fumar: social).
Y lo dejé definitivamente.
Soy un fumador que no fuma. Nunca lo olvido.

Y con la chica, ¿volviste?

Yo llevo más de 58 años sin fumar. Mi padre era de los que fumaba casi una cajetilla diaria (y no era de los que más, en aquella generación había bastantes que fumaban dos o más). El caso es que, además de casa, cada dos fines de semana íbamos a Sarria (NVI antigua) y las opciones eran viajar en un narco coche o palmar de frío (abrir una ventanilla a partir de A Costa da Sal era rememorar mi infancia en Canadá).

De ahí salió un beligerante militante antitabaco, que pelaba cigarrillos en reuniones familiares o que, desde 1988 exigía el cumplimiento de la ley que no permitía fumar en las aulas de la Universidad con quejas y reclamaciones por escrito y hasta negándose a hacer un examen durante media hora hasta que me buscaron un aula (a mí y a varios que, por un lado me daban las gracias y por el otro me llamaban suicida).

Creo que el fumador es la gente más irrespetuosa con los derechos de los demás, que encima se hacían las presuntas víctimas de una intolerancia de los no fumadores (qué huevazos) y, además, de las más cochinas. Nuestras calles y playas tienen más cantidad de colillas que de cualquier otro desperdicio.

Nah!. Al final todo mi enamoramiento se fulminó al conocerla íntimamente.
Pero seguimos siendo amigos.