roped escribió: ↑Lunes 04 de Noviembre de 2019, 20:20
Dito isto creo que ten máis que ver na pobreza de Andalucía a mala xestión do Imperio que o reparto da terra. Non hai que esquecer que Andalucía hoxe é pobre, mais durante XVI-XVII Andalucía era a principal rexión beneficiada polo comercio cas Américas, foi a rexión que máis produtos exporta aa Américas, e a que máis recibía. Durante anos, os andaluces, polo menos algúns, tiveron o monopolio do comercio entre dous mundos, e iso é sinónimo de pasta, de moita pasta.
Sevilla triplicou a súa poboación no XVI, no XVII superou os 150.000 habitantes, a máis poboada cidade de Castilla e unha das máis poboadas de Europa. A finais do XVIII Andalucía tiña 5 das 8 cidades máis poboadas das Hespañas.
Ese enorme crecemento demográfico foi posible grazas o espolio das colonias, no momento que estas colonias se independizaron e pecharon a billa, o sistema económico andalú petou.
A burguesía colonial andaluza , incapaz de competir ca que se estaba desenvolvendo en U.K. e en outros puntos de Europa sen a vantaxe competitiva que daba ter un fluxo constante de materias primas americanas, inverteu o capital que aínda conservaba en terra, aqueles comerciantes incapaces de manter o vello negocio cas colonias, buscaron emparentarse ca vella aristocracia terratenente , creando deste xeito unha nova clase social amalgamada de capitalistas agrarios, os protoseñoritos andaluces.
Esta clase estaba escarmentada pola perda colonial, pero tamén vían con pavor os movementos revolucionarios que se viñan sucedendo por Europa desde 1789, isto alentou aínda máis o seu ultraconservadurismo e a súa endogamia, concentrando aínda máis a terra en cada vez menos mans.
El proceso que sitúas a finales del XVIII (crisis del sistema económico andaluz tras la pérdida de las colonias, inversión de remanente monetario en tierras y alianza entre burguesía colonial y terratenientes viejos) ya está en plena vigencia en el siglo XVI salvo en lo que respecta, claro está, a la pérdida de las colonias. En este sentido, creo que Henry Kamen tiene razón al afirmar que la Corona de Castilla era un territorio subdesarrollado que tapó temporalmente sus vergüenzas con la plata colonial; el reino era estructuralmente pobre aunque, coyunturalmente, fuese el más rico. Es decir, una edad de oropel, más que de oro.
El supuesto esplendor andaluz entre los siglos XVI-XVIII es relativamente fácil de desmontar. En primer lugar, de nada sirve hacer una foto finish de la demografía urbana andaluza (Sevilla 150.000 hab.; 5 de 8 ciudades más pobladas en España); las dinámicas urbanas se tienen que analizar a lo largo del tiempo y comprender el contexto en el que se producen.
Andalucía, desde época romana, siempre se caracterizó por tener grandes núcleos urbanos, algo que se debe a los patrones de poblamiento del territorio, no a supuestas dinámicas socioeconómicas positivas. De hecho, Andalucía sigue colocando hoy día 5 capitales en el top-20 español y Sevilla aparece en los listados de principales áreas urbanas de la Unión Europea. Esto, sin embargo, no debería ocultar el hecho que Andalucía es la segunda CC.AA más pobre del estado español y que sus capitales de provincia, tan populosas, cuentan con las rentas per capita más bajas de España.
Pero este análisis no vale si no se pone en contexto temporal y espacial. Por ejemplo, la Córdoba de 1031, con sus 30.000 habitantes, era una de las principales ciudades de la península lo que podría hablar de esplendor. Sin embargo, si se analiza el trasfondo histórico es posible ver la gran crisis urbana que sufrió: en apenas 20 años había perdido un 90% de su población (aprox. 450.000 hab. en el año 1000) y su influencia no pasaba más allá de sus murallas (Ibn Hazm describe a la población cultivando huertos en las casas derruidas de la ciudad por temor a salir extramuros y emplear la vega del río, sometida al bandidaje y las razzias).
En el caso de Sevilla, el aumento demográfico a finales del XVI (135.000 - 150.000 hab.) no tuvo una raíz estructural, que podría ser indicativo de progreso socioeconómico, sino producto de una coyuntura muy específica -nuestra particular "fiebre del oro"- que se autocorregiría a lo largo del XVII, primero lentamente y luego de manera muy brusca. Durante la Plena y la Baja Edad Media, Sevilla había tenido de media unos 70-90.000 habitantes, cifra que se reduciría a 40-50.000 en 1500 debido a la crisis del XV. A partir de entonces, la ciudad conocería un importante aumento demográfico, similar al del resto de España (ausencia de crisis agroalimentarias, guerras y enfermedades), acelerándose definitivamente y diferenciándose del resto de la Corona de Castilla en el periodo 1550-1599 hasta alcanzar esos 135-150.000 habitantes. Este acelerón en el segundo tramo del siglo se debió al definitivo establecimiento del comercio indiano: establecimiento del consulado de cargadores (1543) que complementaba a la casa de la contratación, puesta en marcha de las minas de plata de Potosí y Zapatecas, aumento de la demanda indiana de productos europeos... Esto permitió a Sevilla convertirse en uno de los centros financieros de Europa, junto a Lisboa y Londres, sustituyendo así a la saqueada Amberes (1576). Esta afluencia de oro permitió la asunción de vastas obras arquitectónicas en la ciudad y la aparición de un "extraño" grupo social para la realidad ibérica: la de los nobles metidos temporalmente a comerciantes.
Este supuesto esplendor, tan celebrado por la historiografía academicista, era sin embargo de carácter superficial y carecía de bases que permitiesen cierto continuismo. En el mundo rural en torno a Sevilla, se había pasado de la abundancia de pequeños y medianos propietarios (97-98% en época del repartimiento, 1264) a más de un 75% de jornaleros en la segunda mitad del XVI (comparado con un 50% en Castilla La Mancha y un 10% en la zona de Palencia); el resto era en su mayoría arrendatarios ahogados por las deudas: entre un tercio y la mitad de la cosecha iba a pagar el arriendo, los tributos y el diezmo consumían un 10% y otro tanto se llevaban las cargas señoriales. Todo ello en un periodo de inflación desorbitado (en apenas 40 años, el precio del trigo en Andalucía se duplicó; el del vino se sextuplico) que no fue acompañado por incrementos de salarios (apenas un 30% en el mismo periodo).
La pobreza del campo repercutió en la ciudad, que se llenó de gente en busca de su oportunidad en el comercio indiano. Sin embargo, a finales del XVI, Sevilla no estaba capacitada para absorber esa inmigración. A principios de siglo, Sevilla, Córdoba y otras ciudades andaluzas habían podido responder a la demanda interna de producto manufacturado; a partir de 1540, el crecimiento poblacional y el nuevo mercado de las Indias lo hacía ya inviable, por lo que se enviaba la materia prima al norte de Europa (Francia, Flandes), se recibía el producto manufacturado y este a las colonias. El comerciante sevillano hacía de simple intemediario y obtenía un pingüe beneficio, pero no invertía en la actividad manufacturera.
De resultas, Sevilla se convirtió en una ciudad de pobres: se calcula que en el cambio de siglo pudo llegar a haber un 50% del total de sus habitantes, cifra similar a la de poblaciones como Trujillo y bastante superior a la de Segovia (16%) o Valladolid (20%). Aquellos que tenían suerte, podían comprar una licencia para marchar a las Indias: hasta un 15 por mil de los sevillanos marchaban cada año al Nuevo Mundo (en la actualidad, Andalucía presenta una tasa emigratoria de entorno al 6 por mil), una sangría insostenible para una corona, la castellana, que ya estaba dando muestras de agotamiento demográfico. Los que no conseguían marchar, pasaban a engrosar la lista de mendigos y pícaros de la ciudad. Fiel reflejo de esta situación son todas las obras literarias en torno a la figura del pícaro sevillano: Vida del pícaro Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán (1599), Rinconete y Cortadillo de Cervantes (1613), etc. No es necesario irnos a la segunda mitad del siglo XVII para que Murillo nos muestre la pobreza y la decadencia del Imperio; en el año 1600, en pleno "esplendor" sevillano, el entorno urbano y rural ya era un cuadro.
¿Y qué pasó con la riqueza generada por el comercio indiano? Cito a Kamen: "The boom in Seville,..., was triggered more by external investment than by internal success: Seville's trade flourished, but most of it was in foreign goods; bullion poured back to Spain, but most went to alien merchants" (H. Kamen, 1469-1714. Spain in conflict, pg. 171). Evidentemente, si que se retuvo parte de esa riqueza, pero nunca se reinvirtió en actividades productivas -industria manufacturera- sino en tierras. A pesar de que en Andalucía occidental ya era predominante el latifundio, todavía quedaban terrenos libres, ya fuera realengo de baldío o tierras comunales. Las primeras fueron empleadas por Carlos V para obtener recursos para sus guerras; las segundas fueron vendidas por los municipios en un intento de deshacerse de las deudas que la inflación del XVI y el precario estado del campo habían generado. Esto fue aprovechado por la nobleza para aumentar sus posesiones y cederlas, en censo o arrendamiento, al campesinado empobrecido, cambiando así los riesgos del comercio marítimo por una más segura aunque menos provechosa inversión terrenal. De hecho, arbitristas de la época como González de Cellorigo fueron especialmente críticos con esta nobleza mercantil, incapaz de invertir en algo que no fueran tierras, y llegaron a renegar del imperio (algo que en el futuro también hará el Conde Duque de Olivares).
Por último, decir que en la primera mitad del XVII, Sevilla ya estaba perdiendo brillo: la peste de 1599-1601, la expulsión de los moriscos (1609), la creciente injerencia de Cádiz en el negocio indiano (desde 1620) y, de nuevo, la terrible peste de 1649, redujeron su influencia demográfica y socioeconómica en la Corona de Castilla. Para 1700, su población se había vuelto a reducir a los 70.000 habitantes (como en sus peores momentos medievales) y no volvería a alcanzar los 150.000 de su época dorada hasta entrado el siglo XX. El descenso poblacional y económico nunca pudo ser compensado por el de otras ciudades andaluzas, las cuales presentaban las mismas fallas estructurales que Sevilla. Tan solo Cádiz consiguió un claro aumento de la población (70.000 en 1800) amparada en el tráfico colonial (s. XVIII), pero fue demasiado tarde para compensar la caída sevillana y la definición del entramado socioeconómico andaluz.
¿Y todo este tocho para qué? Para, enlazando con mi post anterior, reafirmarme en que Andalucía presentaba ya una gran pobreza estructural a finales de la edad media y que es esta pobreza la que hace posible el desarrollo latifundista. A pesar de que los repartimientos distribuyeron la tierra favoreciendo la pequeña y mediana propiedad, la destrucción del tejido humano y urbano de al-Andalus permitió la condensación de la tierra en grandes señoríos, de tal forma que en el inicio de la edad moderna, el paisaje agrario de la Andalucía occidental ya estaba dominado por el latifundismo (>75% de jornaleros ca. 1550). El "esplendor colonial" simplemente sirvió para enmascararlo.