Literatura

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TELC0NTAR
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Re: Literatura

Mensaje por TELC0NTAR » Viernes 03 de Febrero de 2012, 23:33

Te acaban de amargar la vida :mrgreen:

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the naked man
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Re: Literatura

Mensaje por the naked man » Sábado 04 de Febrero de 2012, 2:13

TELC0NTAR escribió:Igual que vine a escribir sobre los beneficios del ebook, ahora vengo a contaros que se me ha roto el Kinddle :mrgreen:

Ademas sin recibir ningún golpe, ni ningún maltrato especial, lo llevaba en el abrigo, y al sentarme en el tren a leer, le he dado al botón de quitar el salvapantallas, y se me ha quedado media pantalla bloqueada por el salvapantallas y la otra media funcional.


Lo peor no es que sea un cacharro electrónico, lo peor es que es de Amazon, así que ahora a ver como me las arreglo para que me lo cambien/arreglen.


Y encima mañana tengo un montón de horas de tren, menos mal que aun tengo reservas de libros en papel sin leer por casa.
Yo tengo pensado comprarlo mañana :lol:

Es Amazon, no creo que tengas ningún problema

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TELC0NTAR
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Re: Literatura

Mensaje por TELC0NTAR » Lunes 06 de Febrero de 2012, 16:20

Ahora, con la avería del Kindle me estoy leyendo dos libros simultáneamente (en condiciones normales, no me gusta hacerlo).

El primero es Azogue de Neal Stephenson, no se si catalogarla como novela histórica porque este hombre debería tener un genero propio, aunque por ahora me esta gustando menos que Criptonomicon, y la verdad es que a sus libros les cuesta mucho arrancar.

El segundo libro es Homenaje a Cataluña de George Orwell, que es sencillamente genial. Lo tenia pendiente desde hace años, y la verdad es que me arrepiento de haber esperado tanto para leerlo.

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TELC0NTAR
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Re: Literatura

Mensaje por TELC0NTAR » Martes 07 de Febrero de 2012, 18:32

Me acaba de llegar el nuevo Kindle, 4 días han tardado, teniendo en cuenta que cuando les llame era viernes por la noche, no esta nada mal.

Ahora tengo 30 días para mandarles el roto, espero que les llegue bien y que no se inventen ninguna milonga para cobrarme los dos.

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the naked man
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Re: Literatura

Mensaje por the naked man » Martes 14 de Febrero de 2012, 18:40

Llevo desde que compré el Kindle leyendo como si no hubiera un mañana :lol:

Me fundí "Apocalipsis Z" de Manuel Loureiro en 3 días y ahora estoy con el segundo libro de la trilogía, ayer me leí el 25% :lol:

Interesante el libro de apocalipsis Z, se nota que el escritor no es escritor profesional, pero engancha, y que esté ambientado en sitios que conoces te engancha mucho más a la historia

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Re: Literatura

Mensaje por the naked man » Lunes 20 de Febrero de 2012, 11:50

Ya me acabé la trilogía entera y joder, vaya diferencia entre el primer y el último libro, parecen la noche y el día :lol:

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Re: Literatura

Mensaje por Perpetrador » Miércoles 27 de Junio de 2012, 12:27

literatura
El precio disparado de 'Danza de Dragones' en España alarma a los fans de 'Juego de Tronos'
26/06/2012 06:00 | Ylenia Álvarez / Jorge Ramírez Orsikowsky

46 euros frente a 17 en Estados Unidos y 18 en Reino Unido. El precio de 'Danza de dragones', el nuevo libro de George R. R. Martin que acaba de salir a la venta en España, es un 171% superior a su lanzamiento en EEUU y un 156% al de Reino Unido.
http://noticias.lainformacion.com/arte- ... h8elLLJO6/
Entre los recortes,sinde-vert,la inminente subida del IVA y cosas como estas.....luego van y te llaman "pirata"

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roped
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Re: Literatura

Mensaje por roped » Miércoles 23 de Enero de 2013, 10:48

Imagen

Cómo podría ocurrir

Parte I: Hybris; o el órdago
Spoiler:
En el transcurso de este año, las entradas de mi blog The Archdruid Reporthan intentado perfilar la trayectoria seguida por el imperio global estadounidense y analizar las razones de por qué ese devenir es probable que se interrumpa de modo repentino en un futuro cercano. Para sacar el asunto del ámbito de la abstracción y situarlo en un contexto histórico concreto, he regresado a la caja de herramientas de la ficción narrativa, y este y los siguientes cuatro posts esbozarán un posible escenario de la derrota imperial y el colapso de los Estados Unidos de América. La trama transcurre en algún momento no especificado de las siguientes dos décadas; probablemente sea necesario decir desde el principio que este no es el modo en que yo pienso que el fin del imperio estadounidense ocurrirá, sino simplemente una de las maneras en que podría ocurrir; se trata, pues, de un modelo que puede ayudar a exponer algunos de los puntos débiles de la autoproclamada hiperpotencia,que actualmente se encamina tambaleante hacia el vertedero de la historia.
* * * * * * *
La noticia del último descubrimiento de petróleo en aguas profundas en Tanzania interrumpió el letargo de un soporífero sábado del mes de marzo. Treinta años atrás, un hallazgo de la misma magnitud habría ocupado dos columnas en las últimas páginas de unos pocos periódicos prestigiosos, pero los tiempos habían cambiado mucho. En un mundo sediento de petróleo, lo que décadas atrás se hubiera considerado un hallazgo modesto, esta vez mereció grandes titulares.Ciertamente, la noticia causó un gran revuelo en el Ala Este de la Casa Blanca, donde el presidente y sus consejeros mantuvieron esa noche una reunión convocada con carácter de urgencia.—Los chinos están a punto de hacerse con el yacimiento —dijo el secretario de Energía—. Tienen a Tanzania en el bolsillo y hay gente de la CNOOC [la CNOOC, la Corporación Nacional China de Petróleo en Aguas Profundas, era la empresa estatal que lideraba la búsqueda china de petróleo en el extranjero] tanto en la zona del yacimiento como en Dar es Salaam.—Está lo bastante cerca de aguas keniatas…—De ninguna manera, señor presidente. Está a doscientas millas náuticas de la zona en disputa, y Nairobi no quiere repetir el último enfrentamiento militar con los tanzanos.—Maldita sea, necesitamos ese petróleo. —El presidente se dio la vuelta y se dirigió a la ventana.Estaba en lo cierto, por supuesto, y al decir que “necesitamos” ese petróleo no se refería solamente a Estados Unidos. Jameson Weed [en inglés, weed significa “hierbajo”, y referido a personas, “pelele”; n. de los t.] llegó a la Casa Blanca el mes de noviembre anterior con una campaña centrada casi en exclusiva en la promesa de sacar a Estados Unidos de su prolongada depresión económica, cada vez más acentuada. Conseguir para el país que aumentara el volumen del petróleo que importaba era la clave para cumplir dicha promesa, pero era más fácil decirlo que hacerlo; tras lo que quedaba de la cortés ficción de un libre mercado petrolero, la mayor parte del crudo que cruzaba las fronteras nacionales lo hacía con arreglo a acuerdos políticos entre los países productores y países compradores lo suficientemente fuertes y ricos como para competir. Por entonces, era cada vez más frecuente que Estados Unidos quedara al margen de tales acuerdos, y el impacto de esa realidad en la próxima campaña para la reelección de Weed era algo que todos los que se encontraban en la estancia tenían muy presente.—Hay otra opción —dijo la consejera de Seguridad Nacional—. Un cambio de régimen.El presidente Weed regresó desde la ventana para verles la cara a los demás. El secretario de Defensa se aclaró la garganta.—Tarde o temprano —dijo— los chinos se van a plantar y van a luchar.La consejera de Seguridad Nacional lo miró con desprecio.—No se atreverán —argumentó—. Saben quién manda en el mundo, y, de todas formas, Tanzania está demasiado lejos de sus fronteras para la capacidad de proyección de su poder militar. Se echarán atrás como lo hicieron en Gabón.El presidente posó su mirada en uno y otra.—Es una opción —dijo—. Quiero un plan detallado en mi escritorio en dos semanas.
* * *
Los cambios de régimen no eran tan sencillos como solían serlo en el pasado. Esa era la conclusión a la que se llegaba en las conversaciones mantenidas en las salas de juntas del Pentágono y del cuartel general de la CIA en Langley a medida que el plan iba tomando forma. Atrás habían quedado los días de las “revoluciones de colores”, cuando unos pocos miles de millones de dólares canalizados a través de ONG en manos de empresas privadas podían comprar un levantamiento masivo y sembrar el pánico en un gobierno incauto hasta provocar su caída. Las estrategias de segunda generación que tan bien funcionaron en Libia y en media docena de otros países —respaldando el alzamiento urdidocon mercenarios, fuerzas especiales y una zona de exclusión aérea— dejaron de hacerlo una vez que los gobiernos bajo amenaza dieron con la manera de combatirlos con eficacia. Ahora, completar la tarea de reemplazar un gobierno poco amistoso por otro obediente solía requerir el despliegue de tropas terrestres con apoyo aéreo.Aun así, a esas alturas ya era un trabajo rutinario, y los oficiales encargados de él diseñaron el plan satisfactoriamente en las dos semanas que el presidente les había dado. Unos pocos días después, cuando regresó aprobado y firmado, la maquinaria se puso en movimiento. El dinero fluyó hacia organizaciones tapadera de la CIA a lo largo y ancho de toda África oriental; espías en Tanzania comenzaron a reclutar a personas ambiciosas, insatisfechas e idealistas para formar los cuadros que organizarían y liderarían el levantamiento; en todos lados, se contrató a mercenarios y la habitual maquinaria propagandística se puso en acción. El gobierno de Kenia, el Estado clientelar más vinculado a Estados Unidos, recibió todo tipo de amenazas para que aceptara la presencia de tropas estadounidenses en su frontera con Tanzania, y un tercer grupo de portaaviones fue movilizado y enviado para que se uniera a los dos ya desplegados en la zona.Al gobierno de Tanzania solo le llevó unas pocas semanas darse cuenta de que su reciente golpe de buena suerte lo había puesto en el punto de mira del poder estadounidense. Una tarde a comienzos de mayo, tras un detallado informe del jefe de los servicios de inteligencia, el presidente tanzano convocó al embajador chino a una reunión secreta y le dijo con franqueza: “Si nos abandonan ahora, estamos perdidos”. El embajador solo le prometió transmitir el mensaje a Beijing, pero no solo lo hizo a los pocos minutos de regresar a la embajada, sino que adjuntó una detallada y urgente nota informativa redactada por él mismo.Tres días después, una docena de hombres se sentaron alrededor de una mesa en una sala de conferencias en Beijing. Un miembro del personal sirvió té y desapareció. Después de una hora de discusión, uno de los presentes en la reunión dijo: “¿Qué frase utilizan los americanos? ¿‘Trazar una línea en la arena’? Propongo que estos son el momento y el lugar precisos para hacerlo”.Un suave murmullo de asentimiento recorrió la mesa. En los días siguientes, un grupo muy distinto de funcionarios elaboró una serie muy diferente de planes.
* * *
El puerto de Dar es Salaam, la ciudad más grande del país, era un hervidero, atestado de petroleros que transportaban oro negro hacia China y sus aliados, y de buques portacontenedores que suministraban mercancías de todo tipo, la mayoría chinas, a la pujante economía tanzana. En medio del ajetreo, nadie le prestó mucha atención a la llegada de una serie de contenedores comunes y corrientes procedentes de puertos chinos, que fueron descargados de portacontenedores de lo más normal y trasladados en camión a media docena de discretos polígonos ubicados a lo largo de la costa entre Dar es Salaam y la septentrional ciudad portuaria de Tanga. Los agentes de la CIA que estaban vigilando en busca de indicios de una respuesta china no se percataron en absoluto de su presencia.Aparte de eso, el número de contenedores enviados a Tanzania y media docena de otros estados clientelares de China en África había aumentado levemente; no lo suficiente para levantar sospechas, pero, por entonces, en Estados Unidos nadie sabía exactamente cuántas empresas africanas se estaban enfrentando a retrasos inesperados en la recepción de las mercancías chinas que habían encargado, de modo que otros cargamentos ocuparan el espacio que les habría correspondido a ellas. Asimismo, en Estados Unidos nadie se preocupó demasiado tampoco por el creciente número de jóvenes chinos que viajaron en avión a África durante los cuatro meses anteriores al comienzo de la guerra. Los servicios de inteligencia estadounidenses sí que los detectaron, y su llegada alentó un breve debate en Langley: eran observadores militares que se encontraban allí para espiar la tecnología militar norteamericana, insistió una facción de los consejeros de inteligencia; eran asesores militares, sostuvo otra facción, para asesorar al ejército tanzano contra las fuerzas estadounidenses que ya se estaban concentrando en Kenia.Ninguna de las dos facciones estaba en lo cierto. La mayoría de aquellos jóvenes de pocas palabras se dirigieron a los polígonos de contenedores entre Dar es Salaam y Tanga, donde montaron, probaron y pusieron a punto su contenido. Mientras tanto, a miles de kilómetros de distancia, la fuerza aérea del Ejército Popular de Liberación trasladó seis brigadas, equipadas con algunos de los cazas más avanzados desde el punto de vista de la tecnología aeronáutica china, hacia bases de Asia Central. Como el gobierno chino había anunciado que aquel agosto realizaría ejercicios militares conjuntos con Rusia, las fotos tomadas por satélite de los cazas Chengdu J-20estacionados en los desiertos del Turquestán no despertaron curiosidad en Langley y fueron archivadas.
* * *
Tras años de batallas presupuestarias en el Capitolio, el ejército estadounidense ya no era tan poderoso ni tan veloz a la hora de desplegarse como lo había sido en los últimos años del siglo XX. Solo dos de los ocho Grupos Aeronavales de Ataque que quedaban estaban en servicio activo todo el tiempo, uno en el Pacífico occidental y otro desplazándose constantemente entre el Mediterráneo y el océano Índico; el transporte por mar o por aire constituía un desafío creciente, y requisar temporalmente aviones de la flota aérea civil, un pilar de la planificación del Pentágono a finales del siglo XX, ya no era tan sencillo ahora que los viajes en avión volvían a ser un lujo reservado a los ricos. Aun así, las unidades asignadas a la primera fase de la operación tanzana —la 101ª División Aerotransportada, la 6ª División de Caballería Aérea y la 1ª y 2ª Divisiones de Marines— estaban habituadas a conseguir rápidamente los medios de transporte necesarios y poner rumbo a los confines del mundo.Las primeras unidades de la 101ª División Aerotransportada aterrizaron en Nairobi a mediados de mayo, cuando la temporada de fuertes lluvias había pasado y estallaban los primeros disturbios en Dar es Salaam. Para cuando, el 20 de junio, el presidente Weed pronunció su famoso discurso en Kansas City denunciado las atrocidades que, según él, había cometido el gobierno tanzano y proclamando en términos grandilocuentes la solícita disposición de Estados Unidos a apoyar la cruzada por la libertad en todo el mundo, las cuatro divisiones al completo se estaban instalando en bases de reciente construcción en las tierras altas al sur de Kajiado, no lejos de la frontera con Tanzania. Por ellas deambulaban también personal de logística y contratistas civiles, preparándose para la llegada de dos divisiones blindadas, enviadas en barco desde Alemania, que completarían la fuerza de asalto terrestre, y del grueso de los suministros para el ataque, que estaban en camino por mar desde Diego García.Mientras tanto, tres Grupos Aeronavales de Ataque, encabezados por los portaaviones nucleares USS Ronald Reagan, USS John F. Kennedy y USS George Washington, navegaban a velocidad de crucero hacia un punto de encuentro en el oeste del océano Índico, donde se reunirían con las naves que trasladaban las divisiones blindadas desde Alemania y con una docena de grandes navíos de abastecimiento del Escuadrón Marítimo de Apoyo con base en Diego García. Dos brigadas de cazas de la fuerza aérea ya habían sido asignadas a la operación, y llegarían justo antes de que los portaaviones alcanzaran su radio de acción operativo; estos y los aviones de los portaaviones se encargarían de inutilizar la fuerza aérea tanzana y destruir objetivos militares a lo largo y ancho del país durante las dos semanas que las divisiones blindadas necesitarían para desembarcar, unirse al resto de las fuerzas e iniciar el asalto terrestre. Era el plan habitual para la rápida eliminación de las modestas fuerzas militares de un país mediano del Tercer Mundo; la única pega era que el ejército estadounidense ya no se estaba enfrentando a un país mediano del Tercer Mundo.
* * *
En épocas de paz, agosto y septiembre son los meses de la temporada alta turística en África oriental; tierra adentro, lejos de la siempre húmeda costa, el clima es fresco y seco, y las extensas planicies del interior son fáciles de recorrer. Puesto que las planicies con clima fresco y seco están entre los mejores lugares del mundo para un ataque con tanques y helicópteros de combate, esos fueron también los meses que los planificadores del Pentágono asignaron a la Operación Antorcha Ardiente, la liberación de Tanzania. Informes enviados a Weed a finales de julio perfilaron los últimos detalles, y el presidente aprobó y firmó las órdenes finales para la invasión. El secretario de Defensa miró desde el otro extremo de la habitación, en silencio y con el ceño fruncido. Aunque muchas veces había intentado plantear la posibilidad, remota pero sin duda real, de que los chinos tomaran represalias, había tenido que ver como Weed desestimaba sus advertencias y como la consejera presidencial de Seguridad Nacional y el vicepresidente Gurney las ridiculizaban en su presencia. Tan pronto como esa maldita guerra acabara, se dijo a sí mismo por enésima vez, presentaría la dimisión.A través de las ventanas de la Casa Blanca, en la distancia, apenas se podía ver a un pequeño grupo de manifestantes que mantenían una vigilia más bien apática en la zona de libre expresión destinada a tales propósitos. Los peatones pasaban apurados, ignorando los eslóganes que coreaban y los carteles de protesta. Era otro verano terriblemente caluroso en Washington DC, parte de la “nueva normalidad” de la que los medios de comunicación empezaron a hablar cuando ya no pudieron evitar mencionar la mutación que estaba sufriendo el clima. Más allá de la capital, medio país era víctima de una nueva sequía salvaje; los estados de Iowa y Georgia acababan de suspender el pago de sus deudas, enturbiando los mercados financieros; en todo el sudeste las miradas se dirigían nerviosas hacia una tormenta tropical que se estaba formando en las islas de Sotavento, en las Antillas Menores del Caribe, y que reunía todas las condiciones para convertirse en el primer gran huracán de la temporada.Lo que muchos observadores perspicaces recordaron tiempo después fue el malhumor que ese verano se apoderó del país. Solo los medios y los políticos más desvergonzados trataban de fingir que la inminente guerra con Tanzania no era sino por el petróleo; el índice de aprobación del presidente se mantenía bien por debajo del 25 por ciento, aunque era aún tres veces superior al del Congreso y estaba por encima del de cualquier candidato creíble que pudiera presentar el otro partido; los expertos de siempre lanzaron los manidos clichés de siempre, pero los únicos que les prestaban atención eran los propios expertos. En toda la nación y a lo largo de todo el espectro político, la paciencia del pueblo estadounidense estaba a todas luces agotándose.Quines estaban insatisfechos tenían infinidad de motivos para estarlo. La pertinaz depresión económica que se había apoderado del país desde 2008 no daba señales de atenuarse, y ello a pesar de los repetidos rescates al sector financiero —cada uno de ellos anunciado como la clave para el regreso de la prosperidad— y de las repetidas elecciones, en las que cada candidato aseguraba tener ideas nuevas y frescas aunque luego, una vez electo, repetía las mismas políticas fracasadas. El boom del fracking de principios de la década de 2010 prácticamente había caído en el olvido; los precios de la energía eran altos y seguían aumentando; ese verano la gasolina se disparó hasta alcanzar los 7 dólares el galón antes de retroceder casi por completo a los 6,50 dólares iniciales. Nada de todo esto era nuevo, pero parecía enervar el estado de ánimo nacional más poderosamente que en el pasado. En breve, todos estos factores alimentarían una explosión… pero antes se producirían otras.A fines de julio, la fuerza expedicionaria para la invasión se congregó en el océano Índico, a casi dos mil millas al este de la costa keniata. El almirante de flota Julius T. Deckmann, comandante en jefe de la fuerza, se aseguró de que todo estaba en orden antes de disponer que se avanzara rumbo al oeste. Deckmann, un oficial de carrera con media docena de misiones de combate a sus espaldas, había aprendido a confiar en su intuición, y esta le decía que había algo que no andaba bien. Desde el puente de mando del USS George Washington, el buque insignia, evaluó el aspecto de la flota, sacudió la cabeza y ordenó que despegaran los drones de reconocimiento. Las imágenes en tiempo real enviadas por los satélites espía estadounidenses no mostraban nada fuera de lo común; la información suministrada por el avión AWACS que sobrevolaba la flota a gran altitud así lo confirmaba, y también la transmitida por los drones. Deckmann siguió preocupado mientras los días transcurrían sin novedad y la fuerza expedicionaria se aproximaba al África oriental.La flota alcanzó sin mayores contratiempos la posición asignada frente a la costa keniata. Las últimas novedades llegaron a través de un enlace seguro vía satélite desde Washington: las brigadas de cazas de la fuerza aérea habían llegado y estaban listas para entrar en acción; el Consejo Libre Tanzano, el gobierno títere en el exilio pergeñado por el Departamento de Estado, había llamado a “las naciones del mundo” a liberar su país, un ruego que todos sabían que iba dirigido a una sola nación; los mercenarios controlados por la CIA que formaban la vanguardia de la segunda fase del levantamiento, la violenta, se habían retirado de Dar es Salaam, abandonando a los cuadros locales a su suerte, y se habían trasladado a la frontera keniata para abrir camino a la invasión. Deckmann se aseguró de que todos los buques de su flota estuvieran listos mientras el sol se ponía en medio de una neblina roja sobre la distante costa africana.Muy pocos de los involucrados en la guerra durmieron demasiado aquella última noche antes de que el jaleo comenzara. En los tres portaaviones y en dos aeródromos recién construidos en el sur de Kenia, las tripulaciones trabajaron toda la noche para poner a punto los aviones para el combate, desconocedores de que otras tripulaciones estaban haciendo lo mismo a miles de kilómetros de distancia en Asia Central. Los soldados de las dos divisiones blindadas que habían sido trasladadas desde Alemania se prepararon para un desembarco en Mombasa que la mayoría de ellos no vivirían para ver. En Dar es Salaam y Nairobi, los presidentes se reunieron con sus gabinetes y luego se dirigieron a búnkers fuertemente custodiados; en el resto del mundo, jefes de Estado leían informes de los servicios de inteligencia y se preparaban para la crisis.Dos horas antes del alba en África oriental, la espera terminó. Le pusieron fin dos personas. Una fue el almirante Deckmann, cuyas impetuosas órdenes dieron el pistoletazo de salida al despegue de los primeros cazabombarderos desde la cubierta del George Washington y al lanzamiento de los primeros misiles de crucero Tomahawk. La otra fue un oficial en un centro de mando situado en lo más recóndito de Asia Central, que observó el despegue de los aviones y el lanzamiento de los misiles gracias a un drone indetectable —uno de los tres que habían estado siguiendo al George Washington desde que atravesó el canal de Suez, y que ahora sobrevolaba la flota a gran altitud—. Mientras las imágenes infrarrojas mostraban los aviones y los misiles abriéndose paso hacia Tanzania, el oficial tecleó algo rápidamente y luego apretódos veces “enter”. Con la segunda pulsación, dio comienzo la respuesta china.
Este é un relato de ciencia ficción que descrebe o colapso do imperio ianqui, é un chisco longo pero merece a pena, consta de 5 partes, esta so é a primeira, se lle interesa a alguén poño os seguintes enlaces ou corto e pego.

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corsomoro
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Re: Literatura

Mensaje por corsomoro » Jueves 24 de Enero de 2013, 17:03

Es interesante, pero yo no creo que se de así, creo y espero que tanto China como USA caeran sin enfrentamiento abierto por cuestiones internas, y supongo que antes serán los chinos.

Los yankies pasaran por un proceso largo de resignación y hastio con su sistema politico antes de formular alternativas revolucionarias como los Black Panthers de nuevo.

Vaya, que yo tambien podria hacer mi relato del fin de los imperialismo de estado.

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Troquel
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Re: Literatura

Mensaje por Troquel » Jueves 24 de Enero de 2013, 18:20

Corso, veo tu nombre en el hilo de literatura y vine a ver si habias copiado el preambulo de la declaracion de ayer. Menudo chasco me llevo.

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Re: Literatura

Mensaje por Señor Cortina » Jueves 24 de Enero de 2013, 18:25

Moldes escribió:Corso, veo tu nombre en el hilo de literatura y vine a ver si habias copiado el preambulo de la declaracion de ayer. Menudo chasco me llevo.
:lol:

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Re: Literatura

Mensaje por corsomoro » Jueves 24 de Enero de 2013, 20:08

Tu chasco es que el muerto esta muy vivo :lol:

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roped
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Re: Literatura

Mensaje por roped » Viernes 25 de Enero de 2013, 11:27

corsomoro escribió:Es interesante, pero yo no creo que se de así, creo y espero que tanto China como USA caeran sin enfrentamiento abierto por cuestiones internas, y supongo que antes serán los chinos.

Los yankies pasaran por un proceso largo de resignación y hastio con su sistema politico antes de formular alternativas revolucionarias como los Black Panthers de nuevo.

Vaya, que yo tambien podria hacer mi relato del fin de los imperialismo de estado.
Se temos en conta os dous grandes movementos revolucionarios de occidente, o francés e o sovietico, temos que recoñecer que a aventura bélica de carácter imperial fora das fronteiras, asociada a un ciclo climático adverso que remata sempre obrigatoriamente en fame, da lugar ao estoupido social, hai que recoñecer que existen bastantes posibilidades de que o desmoronamento imperial escomece tras nunha refrega para descernir quen a ten máis gorda, si a iso lle angadimos que o imperio ianqui é o máis belicoso da historia da humanidade, http://es.wikipedia.org/wiki/Intervenci ... dos_Unidos , son incapaces de estar unha década en paz, a posibilididade convertese nunha certeza absoluta.

Aínda así teño que decirche que non vas descamiñado de todo no tocante a problemática interna.

Todos poderíamos facer un relato similar, o que distingué a este é que esta feito de maneira bastante coherente, ademais de que emprega documentación real e especializada no tocante os termos militares o que lle aporta un toque "glamuroso". :lol:


Poño a segunda parte, aqui é cando os americanos empezan a comer hostias e non se enteran nin de onde lles chegan. :lol:
Spoiler:
Parte II: Nemesis; o donde las dan, las toman


El post de esta semana es la segunda parte de cinco de un relato de ficción que perfila cómo podrían producirse la derrota y el colapso del imperio estadounidense. Como ya he dicho, es más una conjetura que una profecía —un esbozo de lo que podría ocurrir más que una predicción de lo que ocurrirá—, y por lo tanto constituye un análisis de algunos de los principales puntos débiles del titubeante imperio estadounidense. Merece la pena decir también que ningún portaaviones real resultó dañado en la confección de este relato.

*********

Los misiles y cazabombarderos lanzados desde la flota constituyeron la segunda oleada del ataque estadounidense, no la primera. Aunque helicópteros de combate de las bases keniatas despegaron unos minutos después, atacaron con antelación sus objetivos, las defensas aéreas tanzanas. La coordinación fue minuciosa; para cuando el primer avión estadounidense se internó en el espacio aéreo tanzano, las cuatro estaciones de radar que conformaban la frontera septentrional del sistema de defensa aérea tanzana eran escombros humeantes. Tanto el almirante Deckmann y el personal a bordo del USS George Washington como el presidente Weed y sus consejeros en la Sala de Crisis de la Casa Blanca, tuvieron noticias del exitoso ataque en tiempo real, mediante imágenes vía satélite.
Esas eran las imágenes que mostraban las pantallas de todo el sistema de satélites estadounidense cuando se apagaron repentinamente.
En las bases norteamericanas de todo el mundo, los desconcertados técnicos intentaron volver a establecer contacto con la red de satélites, pero se encontraron con que ya no había ninguna con la que hacerlo. El NORAD, el Mando de Defensa Aeroespacial, informó de que los satélites seguían en órbita y de que parecían funcionar a la perfección, pero ninguno respondía a las señales enviadas desde las estaciones terrestres ni transmitía dato alguno. Los análisis descartaron enseguida un fallo técnico, lo cual dejaba una sola opción. La consejera de Seguridad Nacional levantó la vista de un informe confeccionado apresuradamente que apuntaba en esa dirección y se encontró con la penetrante y reprobadora mirada del secretario de Defensa. La consejera se retiró bruscamente espetando una orden a uno de sus ayudantes.
Mucho antes de la guerra, algunos analistas se habían percatado de que China mostraba un gran interés en la tecnología antisatélites. Sin embargo, cuando el conflicto finalizó se dieron cuenta de que el sistema de satélites estadounidense no había caído víctima de una tecnología avanzada, sino del espionaje a la antigua usanza. Más de una década atrás, agentes chinos habían logrado infiltrarse en la Oficina Nacional de Reconocimiento, la rama de los servicios de inteligencia que administraba los satélites espía del país, y habían obtenido datos que permitieron a los informáticos chinos acceder al sistema electrónico que controlaba los satélites y desactivar toda la red, privando así a las unidades estadounidenses desplegadas por todo el mundo de su capacidad de comunicación y reconocimiento. En cuestión de minutos, equipos de guerra cibernética estaban manos a la obra, pero tardaron más de un día en obtener el primer goteo de datos y más de una semana en que todos los satélites funcionaran de nuevo al cien por cien. Fue un tiempo vital con el que las tropas invasoras estadounidenses ya no contaron.
Los técnicos chinos llegados a Tanzania en los meses previos a la guerra habían recibido órdenes estrictas de no emprender acción alguna hasta que los estadounidenses desencadenaran las hostilidades, una orden que el breve mensaje de radio anunciando la destrucción de las estaciones de radar situadas en el norte revocó. Los equipos técnicos sabían que tendrían unos pocos minutos antes de que las bombas norteamericanas empezaran a caer sobre ellos. Su misión estaba definida al milímetro bajo la lógica del “úsalo o deséchalo”, por lo que, en menos de diez minutos, todo lo que había llegado dentro de los contenedores ya estaba en el aire.
Los relatos de los supervivientes sobre lo que aconteció a bordo de la fuerza naval durante las horas siguientes son confusos y a veces contradictorios, pero parece ser que los radares de los navíos detectaron de repente cerca de un millar de objetivos aproximándose desde el sudoeste. Al menos la mitad eran ecos falsos, señuelos electrónicos generados por la tecnología spoofing china, y muchos de los demás eran señuelos físicos cuyo propósito era atraer el fuego de las defensas enemigas para que no repeliera los misiles de crucero supersónicos que constituían el auténtico ataque. Aun así, atendiendo a las estimaciones más conservadoras, eran al menos doscientos de estos últimos. El ejército estadounidense contaba con algunas de las mejores defensas antimisiles de todo el mundo, pero los estrategas navales sabían desde hacía décadas que un ataque lo suficientemente masivo podía superarlas.
Las frías matemáticas seguían impasibles su curso en medio de un caos de explosiones, combustible en llamas, restos flotando y soldados muertos y moribundos. De los 41 barcos que conformaban el Grupo Aeronaval de Ataque, tres llegaron sanos y salvos al puerto de Mombasa y otros ocho, incluido uno de transporte de tropas, fueron capaces, a pesar de los daños sufridos, de arribar a la costa keniata y la tripulación superviviente pudo desembarcar. Los demás quedaron destruidos y en llamas, o bien se fueron a pique. El destino de los tres portaaviones fue el previsible: el John F. Kennedy recibió sucesivamente el impacto de tres misiles de crucero y se hundió junto con toda la tripulación; el Ronald Reagan fue alcanzado por dos misiles, se incendió y fue abandonado por la tripulación, y el George Washington resultó alcanzado en la popa, se dirigió renqueante hacia la costa a pesar de tener muy dañados los sistemas de navegación y encalló en un banco de arena frente a la costa keniata. Un reportero gráfico japonés que desempeñaba allí su labor tomó una fotografía del barco abandonado —destrozado, fantasmal, con la cubierta inclinada casi por completo sobre el rompiente—, y esa instantánea, publicada a toda plana en los medios del mundo entero en los días siguientes, se convirtió para muchos en la imagen más representativa de la guerra de África Oriental.

* * *

Mucho antes de que el George Washington alcanzara su lugar de reposo definitivo en las arenas frente a Kilindini, las tropas terrestres estadounidenses hacían todo lo posible por contraatacar. La pérdida del sistema de satélites de inteligencia no impidió que las lanzaderas de misiles de crucero fueran localizadas desde el aire por medio de drones, y cazabombarderos estadounidenses se dirigieron raudos al sur para destruirlas; solamente las ordenes de dispersión que las tropas chinas recibieron justo en el momento en que lanzaban el último misil las libró de sufrir un número de bajas espantoso, algo que no evitó que perecieran un millar de civiles tanzanos. Además, más de la mitad de las aeronaves de los tres portaaviones habían despegado antes de que estos quedaran inutilizados, y las que consiguieron llegar a salvo a territorio keniata repostaron combustible, volvieron enseguida al combate y llevaron a cabo represalias contra objetivos políticos y militares tanzanos.
Mientras tanto, en Washington DC el presidente Weed ordenó un apagón informativo sobre el desastre. Su secretario de prensa solo informó de que la fuerza expedicionaria había sido atacada con misiles y de que los detalles se revelarían más tarde. Esa noche, en una reunión mantenida con sus consejeros y el jefe del Estado Mayor Conjunto, revisó lo que se sabía sobre el destino de la fuerza expedicionaria, frunció el ceño y soltó un exabrupto.
—Nos han dado un buen repaso, no hay duda —dijo—. Pero si cedemos estamos jodidos. Tenemos que enviar refuerzos a nuestras tropas en Kenia y continuar con la operación. Quiero un plan en mi mesa a primera hora de la mañana.
El almirante Roland Waite, que presidía el Estado Mayor Conjunto ese año, era un aristócrata de Nueva Inglaterra cuyos vínculos con la marina se remontaban a un antepasado que había navegado junto a John Paul Jones.
—Lo tendrá, señor —dijo—. Pero me gustaría sugerir algo si me lo permite.
El presidente le hizo un gesto para que continuara.
—Un plan de evacuación para nuestras tropas, señor. Solo por si las moscas.
—No podemos —dijo el presidente, que de repente pareció más anciano de lo que delataban sus sesenta años—. Si damos un paso atrás, estamos jodidos. El país entero está jodido.
El plan estuvo encima de la mesa presidencial a las seis de la mañana: se trataba de un proyecto vago pero viable de puente aéreo, usando la mayor parte de la capacidad de transporte aéreo del Pentágono para trasladar rápidamente tropas y suministros de Europa y el golfo Pérsico a Kenia. Sin embargo, cuando el plan llegó al Despacho Oval, el desarrollo de los acontecimientos había hecho que fuera ya irremediablemente obsoleto.

* * *

Los aviones despegaron de las bases de Asia Central tan pronto como se recibió la noticia de que la red de satélites enemigos había sido inutilizada. Una ofensiva diplomática secreta en los meses anteriores a la guerra había dejado abiertas las rutas de vuelo a través de Kazajistán, Turkmenistán e Irán, y había permitido situar en este último país aviones cisterna para el repostaje en vuelo; los civiles iraníes saludaban y vitoreaban a su paso a los estruendosos aviones, tratando de adivinar su destino. Mientras los barcos ardían y se hundían frente a la costa keniata, seis brigadas de cazas chinos volaban camino de Tanzania y otras aguardaban para hacerlo.
Los aviones de combate no siguieron una ruta del todo directa, ya que la fuerza aérea estadounidense estaba atacando con dureza a Tanzania y sus aeródromos no eran seguros. En lugar de ello, un aeródromo en el Estado clientelar de Sudán del Sur sirvió como base de operaciones. Allí habían acabado llegando más contenedores y algunos de los jóvenes de pocas palabras. Pilotos de refresco subieron a bordo de los cazas, se llenaron los depósitos de combustible, las tripulaciones cargaron y cebaron las armas, y la primera oleada del contraataque aéreo chino partió a toda velocidad hacia el sudeste, en dirección al espacio aéreo keniata. Los equipos de los radares norteamericanos situados en tierra los identificaron erróneamente como aviones amigos, con lo que retrasaron una respuesta contundente durante unos cuantos minutos, pero cuando las aeronaves chinas iniciaron el bombardeo, el equívoco se aclaró y cazas norteamericanos que se encontraban volando se abalanzaron sobre los agresores mientras otros que se encontraban en tierra despegaban con estruendo para unirse a la lucha.
Una hora después de que empezara la batalla aérea, los mandos estadounidenses presentes en la zona y los que se encontraban en el golfo Pérsico tenían claras tres cosas. La primera era que los aviones y los pilotos eran chinos, a pesar de que todos los aparatos tenían cuidadosamente pintados el círculo verde y la antorcha blanca de la fuerza aérea tanzana sobre la estrella roja de la fuerza aérea del Ejército Popular de Liberación. La segunda era que, al menos de momento, los chinos les superaban en número, algo menos peliagudo de lo que pudiera parecer en un principio, puesto que Estados Unidos poseía numerosas brigadas para unirse al combate y otras cuatro se estaban desplazando a aeródromos del golfo Pérsico que estaban a una distancia apropiada de la zona de combate.
La tercera cuestión que comprendieron, sin embargo, era la que planteaba más problemas: los pilotos chinos eran por lo menos tan buenos como sus homólogos estadounidenses y sus aviones eran mejores. Las dos brigadas estadounidenses desplegadas en Kenia volaban con el F-35 Lightning II, el muy pregonado “cazabombardero polivalente”, que había sido diseñado para desempeñar cualquier función de combate al servicio de la OTAN. Tan ambicioso objetivo suponía que se habían querido asignar demasiados cometidos a un solo aparato, lo cual dio por resultado un avión que no estaba bien preparado para ninguna de ellos. Los J-20 chinos no tenían esos inconvenientes; eran rápidos y estaban mejor armados que los F-35, desempeñaban un único papel como interceptores con un amplio radio de acción y lo llevaban a cabo con aplomo. Al final de la primera jornada, aunque ambos bandos habían sufrido mucho, las bajas estadounidenses prácticamente duplicaban a las chinas.
La noticia de la llegada de los cazas chinos retrasó indefinidamente los planes de reabastecer por aire a las cuatro divisiones estadounidenses en Kenia.
—Mientras no volvamos a contar con superioridad aérea —les explicó el secretario de Defensa a Weed y los otros miembros del equipo—, hay límites estrictos a lo que podemos hacer. Aunque los enviemos con una escolta de cazas, los grandes aviones de transporte son blancos fáciles para sus misiles aire-aire.
El presidente asintió.
—¿Cuánto debemos esperar para recuperar el control del espacio aéreo?
—Una semana si todo va bien. Tenemos cuatro brigadas de cazas en camino, y les seguirán otras cuatro dentro de dos días.
—¿Qué hay de las bases aéreas en Sudán del Sur? —preguntó la consejera de Seguridad Nacional—. Deberíamos atacarlas con dureza.
—Eso significaría… —dijo el secretario, escogiendo cuidadosamente sus palabras— ampliar la guerra incluyendo a otro aliado de los chinos. Quizá a más de uno si los otros estados africanos de la zona se involucran en la guerra.
—Ya lo están —espetó el presidente Weed—. Esas bases están al alcance de Diego García. Quiero un ataque de B-52 contra los aeródromos del Sudán del Sur tan pronto como sea posible.

* * *

Dos días más tarde, una turba saqueó la embajada estadounidense en Sudán del Sur. El personal apenas tuvo tiempo de escapar en helicóptero desde la azotea de la embajada. Los bombardeos de los B-52 de la noche anterior habían abierto cráteres en una de las dos bases aéreas chinas, pero también habían arrasado dos poblaciones cercanas y matado a varios centenares de civiles. En toda África, los aliados de China se turnaban para denunciar las acciones estadounidenses en África oriental, amenazando con declararle la guerra a Kenia, mientras los pocos aliados de los norteamericanos permanecían en silencio.
Pero las denuncias fueron una pantomima. La decisión real se había tomado más de tres meses antes, cuando diplomáticos tanzanos y chinos visitaron en secreto media docena de países africanos aliados de China para explicar lo que los estadounidenses estaban a punto de hacer y en qué medida podía afectarles. La perspectiva de una respuesta militar china marcó la diferencia en esta ocasión, como también lo hicieron el ofrecimiento del país asiático de costear el plan propuesto y el hecho de que todos los jefes de Estado africanos cobraran una clara e insoslayable conciencia, conforme revisaban los mapas e informes, de que si Estados Unidos había hostigado con dureza a Tanzania, cualquiera de los otros aliados africanos de China podía correr la misma suerte. Uno tras otro, aprobaron el plan y empezó un proceso indirecto de movimiento de tropas.
Cuando los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco de los disturbios ocurridos en Sudán del Sur, el embajador de Tanzania se personó en el palacio presidencial keniata para hacer entrega de una nota. A pesar de la estudiada cortesía y formalidad con que la entregó, el documento era categórico. Dado que Kenia había permitido a fuerzas hostiles utilizar su territorio y su espacio aéreo para atacar a Tanzania, el gobierno tanzano le declaraba la guerra a Kenia, y en las siguientes horas hicieron lo mismo otros seis países africanos.
Al día siguiente, tres horas antes del amanecer, el fuego de artillería silenció los sonidos de los animales y las aves de la selva costera de la frontera entre Kenia y Tanzania, a unos ochenta kilómetros al sur de Mombasa. Con las primeras luces del día, las tropas tanzanas cruzaron en tropel la frontera, respaldadas por los primeros contingentes de los otros miembros de la coalición impulsada por China y por una oleada de cazabombarderos de la potencia asiática. Al final del día, las avanzadillas de los todoterrenos armados que los ejércitos africanos denominan “artillados o técnicos” se encontraban ya a medio camino de Mombasa, la segunda ciudad de Kenia y el mayor puerto del país.
Esa noche, militares keniatas y estadounidenses mantuvieron una reunión convocada apresuradamente en Nairobi, presidida por el presidente keniata. Todos admitieron que el plan de acción original norteamericano había quedado en agua de borrajas y que lo que estaba ahora en juego no era la liberación de Tanzania, sino la propia supervivencia del gobierno keniata aliado de Estados Unidos. Por la mañana, tras rápidas consultas con Washington a través de la línea de seguridad diplomática de la embajada estadounidense, las cuatro divisiones norteamericanas abandonaron sus bases, se dirigieron a Mombasa y dos días después atacaron a las fuerzas de la coalición.
Bajo circunstancias normales, las fuerzas estadounidenses probablemente hubieran aprovechado la ventaja y la victoria, pero aquellas no eran circunstancias normales. La guerra aérea continuó, pero el frente chino fue ampliándose; las bases aéreas norteamericanas en Kenia habían sido bombardeadas repetidamente, e incluso los esfuerzos por reabastecerlas desde el aire se vieron reducidos al mínimo nivel al incrementarse la fiereza de los ataques de los cazas chinos. Además, las cuatro divisiones solo contaban con una parte de su equipamiento normal —el resto descansaba en el fondo del océano Índico—, y las tropas a las que hacían frente incluían a experimentados veteranos curtidos en algunas de las más amargas guerras africanas.
El mayor inconveniente, sin embargo, era la superioridad aérea. El ejército estadounidense había dado tal importancia a la superioridad aérea en su doctrina militar, y la habían alcanzado tan sistemáticamente en campañas anteriores, que nadie tenía una idea clara de cómo librar y ganar una batalla sin ella. Los generales que habían usado el reconocimiento aéreo y los tenientes acostumbrados a solicitar ataques aéreos en pleno combate se quedaron desorientados cuando estos y otros pilares de la estrategia militar habitual ya no estuvieron disponibles. Como además los chinos reforzaron su control sobre el aire y transportaron más aeronaves de ataque terrestre, las fuerzas estadounidenses tuvieron que enfrentarse a la amenaza de ataques aéreos desconocidos, y los generales estadounidenses tuvieron que lidiar con el hecho de que sus movimientos fueran observados desde el aire. En última instancia, todo esto hizo mella en la moral de las tropas: desde los primeros días en los campos de entrenamiento, les enseñaban que la superioridad aérea garantiza la victoria, y no estaban preparadas para luchar contra un enemigo que les había arrebatado esa superioridad.
Descubrir cuál de estos factores decidió la batalla de Mombasa sigue siendo un problema para los historiadores militares. Sin embargo, los resultados no dieron lugar a dudas. Después de una semana de duros combates, las fuerzas de la coalición tomaron Mombasa y empezaron a avanzar por la principal autopista hacia Nairobi, mientras las maltrechas divisiones estadounidenses y sus aliados keniatas se batían en retirada. El presidente keniata huyó a Kisumu, en el extremo oeste del país, junto con su amante y su gabinete. Los reactores aún rugían en el sur, procedentes de las bases norteamericanas en el golfo Pérsico, para batirse con los cazas chinos con base en media docena de países africanos, y los misiles de crucero y los B-52 de Diego García seguían atacando cualquier cosa que se asemejara remotamente a un objetivo militar, pero a nadie se le escapaba que Estados Unidos estaba perdiendo la guerra.

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Re: Literatura

Mensaje por roped » Miércoles 17 de Abril de 2013, 13:20

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Lin este comic "trosko", mitoloxía e maxia nunha URSS futurista, sona ben pero é un coñazo, non me molou un carallo, a xente si lle gusta. :lol:

Van facer a peli, seguro que arrasa.

Tamén empecei o meu primeiro manga, é unha historia sobre unha asasina que lle servíu de inspiración a Tarantino para facer Kill Bill, ten 40 anos pero parece actual, esta bastante ben, pese a que me custa ler ao reves.

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Tamén estou lendo a bio de Murguía, case 1000 páxinas, un tocho de carallo, pero parece unha novela, vaia peixe temos como pai da patria. :lol:

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roped
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Re: Literatura

Mensaje por roped » Martes 02 de Julio de 2013, 12:03

His passport may be Spanish, but Manuel Rivas is from Galicia...

http://www.guardian.co.uk/books/2013/ju ... vas-review

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